percepsion del cuerpo

Los relatos míticos -sobre la vida, la muerte, los orígenes-, proporcionan datos relevantes sobre las creencias y los modos de organización espiritual y familiar, y sobre la producción económica, cultural y artística. Dichas creencias, por tanto, están vinculadas también a las técnicas corporales del grupo y de las sociedades que participan en esos modos de organización y producción.

En consecuencia, poner en evidencia las relaciones entre los mitos, el cuerpo y la danza ritualizada de los indígenas wayuu  ayudaría a conocer y comprender los procesos y mecanismos que se articulan en un sistema bio-psico-social, que, en el caso que nos ocupa, no ha sido estudiado de modo sistemático y suficiente. El análisis que proponemos intenta contribuir, desde una perspectiva antropo-semiótica, a la configuración de una concepción del cuerpo en la cultura wayuu. Para ello, se analizan algunos de los mitos fundacionales propios de la etnia y se les relaciona con la práctica de la danza yonna, a cuyo estudio hemos dedicado una investigación anterior (Carrasquero y Finol,

La investigación cuyos resultados presentamos se realizó entre los años 2006 y 2008, y se fundamenta en el análisis de varios mitos, en la observación y análisis de la práctica de la yonna y en entrevistas abiertas y estructuradas aplicadas durante la observación directa a ancianos wayuu de la comunidad de Nazareth, ubicada en la alta Guajira colombiana, y de la comunidad wayuu asentada en Ziruma, Municipio Maracaibo, Venezuela.



Según los mitos de creación, cada wayuu es dueño de un animal por mandato de Maleiwa. Esta dote concedida a los wayuu, recrea, en primer lugar, la idea sobre el poderío que esta etnia tiene sobre los recursos naturales de la Guajira Colombo-Venezolana; y, en segundo lugar, explica la correspondencia ancestral entre los wayuu y un tótem que justifica su grado espiritual de parentesco. En los relatos míticos se establece un doble significado en la materia orgánica de todo ser vivo. En dicha materia prevalecen las dicotomías: patrimonio y parentesco; sustento y filiación; alimento y familia ancestral. Como veremos, en los mitos de esta cultura, se prescribe a los wayuu sacrificar y alimentarse de los cuerpos de sus antepasados uchii. Así mismo, se prescribe la totémica costumbre de apellidarse con los nombres de ciertos animales, para destacar la procedencia de sus clanes.

Para los wayuu, los animales son sus hermanos ancestrales. Dicha filiación, motiva el sistema clasificatorio de sus castas; de allí, que el nombre de cada animal sea heredado por sus grupos clánicos. El tótem, que es adquirido por línea materna, es una marca de carne (e’iruku) y el mismo representa: parentesco/ filiación/ familia (Jusayú 2008).

Los preceptos que rigen el nombre totémico entre los wayuu, no restringen el comer aquellos animales con los que se vinculan espiritualmente. Si bien es cierto que “Los individuos que poseen el mismo tótem se hallan […] sometidos a la sagrada obligación, cuya violación trae consigo un castigo automático, de respetar su vida y abstenerse de comer su carne o aprovecharse de él en cualquier forma (Freud 1981: 9), también es cierto que, entre los wayuu, esta particularidad del tótem no representa desobediencia u ofensa alguna, pues sus animales, por mandato de Maleiwa, representan: patrimonio/ -> /alimento/ -> /sustento/ (Jusayú 2008).

En el relato “Origen y nombre de las tribus guajiras”, el pájaro Utta, por mandato de Maleiwa, establece lo siguiente:

Os asignaré un animal como símbolo de unión y fraternidad, que habréis de respetar como progenitor común de vuestra tribu. Os prohíbo que le matéis sin provecho; porque al hacerlo, estaréis matando al Padre de la Gran Abuela, progenitora común de vuestra tribu. Más, a todos ellos les llamaréis tatuushi, abuelos comunes de mi carne, de mi tapüshi, de mi eirukuu, de mi tribu (Paz Ipuana 1973: 193).

El orden establecido por Maleiwa exige a los wayuu rendir tributo a la madre tierra (Mma) y al padre lluvia (Juya), por cada planta (wunu’u) y animal (uchii) que poseen. Ello explica por qué los mismos reproducen, en diversos planos de su cotidianidad, los preceptos dictaminados por su deidad.

En la yonna, la generación uchii se manifiesta en cada paso (Chacín 2006). La mímesis corporal del wayuu es un claro recordatorio de su procedencia animal. Sus castas, afiliadas a un tótem, reproducen figurativamente movimientos corporales de sus parientes cercanos: las aves, los mamíferos, los ofidios y los insectos Durante las danzas el tótem no corresponde a un emblema tallado o pintado, pues en la yonna no se trata de distinguir la línea de sucesión de un clan específico y su respectivo estandarte, sino de rendir tributo a la generación Maleiwa en general; de allí, que los pasos o movimientos coreográficos aludan a los animales wayuu (uchii) o tercera generación; mientras que la vestimenta, las pinturas faciales, la bisutería, el espacio (pista de baile o pioi) y la caja de música (kásha o tambor), se relacionan con la presencia de la segunda y primera generación, conformadas, respectivamente, por las plantas (wunu’u) y las emblemáticas figuras Maleiwa: la tierra (Mma), la lluvia (Juya), el viento (Joutai) la luna (Kashi) y el sol (Kai).

La celebración de la yonna es propicia para que los wayuu de diferentes castas se relacionen entre sí. En dichas fiestas, las uniones exogámicas son apoyadas; las ofensas interclánicas disipadas o indemnizadas; el advenimiento de una nueva piache y la presentación de las jóvenes fértiles, ensalzadas. La salud recuperada, la llegada de las lluvias, las cosechas abundantes, la visita de amigos y parientes son otros de los motivos para que los wayuu organicen un pioi (pista de baile) y se reúnan, al son del kásha (tambor) e imiten a sus hermanos uchii (animal), para dar gracias a sus creadores, por mantener el orden natural y social de su cultura (Fernández 2006).
Los mitos explican, en gran medida, la creencia wayuu sobre la génesis del mundo, de sus antiguos pobladores y sobre su conformación corporal. Dichos relatos describen la voluntad omnipotente de los dioses y su poder creador; y cómo los mismos dieron vida a una generación de semidioses dotados de poderes curativos, don de palabra y pericias de diversa naturaleza; así como también, describen el surgimiento de una tercera generación, conformada por animales y hombres wayuu, poseedores de algunas destrezas sobrehumanas y con similitudes anatómicas.

En los relatos wayuu la apariencia y las voces de la materia orgánica, de las fuerzas naturales y espectrales eran distintivamente humanas. Deidades, plantas y animales eran corporalmente hombres y mujeres wayuu; sólo las deidades hablaban una lengua diferente, además del wayuunaiki. Con el pasar de los tiempos, los primigenios pobladores de la Península de la Guajira transmutaron su apariencia corporal. Los personajes míticos que cometieron infracciones y experimentaron vicisitudes, que atentaron contra el orden establecido por Maleiwa, expiaron sus culpas evolucionando o mutando corporalmente.








LINA  MARIA SARMIENTO GAONA

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